Nunca he olvidado un sorprendente ejemplo personal que describí con todo detalle en Con una sola pierna. Mientras me recuperaba de una lesión en la pierna, me dijeron que había llegado el momento de utilizar solo una muleta en lugar de las dos de las que me había ayudado hasta entonces. Lo intenté dos veces, y las dos me caí de bruces. Conscientemente me resultaba imposible pensar en cómo hacerlo. Pero me quedé dormido y soñé que extendía la mano derecha, agarraba la muleta que colgaba sobre mi cabeza, me la colocaba debajo del brazo y echaba a andar con total confianza y facilidad por el pasillo. Me desperté del sueño, extendí la mano derecha, agarré la muleta que colgaba sobre la cama, y con total confianza y facilidad eché a andar por el pasillo.
Me pareció que ese sueño no era solo premonitorio, sino que tenía una función: resolver el problema motor-neuronal al que se enfrenta el cerebro, cosa que conseguía en forma de escenificación, ensayo o prueba. Resumiendo, el sueño era un acto de aprendizaje