y a darse cuenta de que, después de todo, es algo muerto. —¿De modo que esto que poseo, y que yo llamo conciencia, no es conciencia?
—No. En realidad, es precisamente eso lo que vengo a investigar...
Las palabras de Padua afectaban a Jasperodus como golpes, y le abrían heridas más dolorosas de las que podía haberle infligido el martillo de Gogra.
—Estás muy seguro de ti mismo, Padua —gruñó con amarga decepción.
—Los hechos son los hechos. Cuando nació la ciencia robótica, en tiempos de la civilización del Mundo Antiguo, se alentaba la esperanza de producir una conciencia artificial. Sin embargo, pronto se hizo evidente la imposibilidad. Hay teoremas que lo demuestran de manera irrecusable.
Jasperodus se apresuró a expresar su deseo de conocer esos teoremas, y Padua lo satisfizo de inmediato; pero estaban enunciados en términos tan técnicos que Jasperodus, que no poseía conoci