–Apelo.
–¿Apelas ante quién?
–Ante quien pueda mejorar al hombre.
–¿Para que no haga ruido?
–Para que el hombre no haga daño al hombre. Ni daño visible ni daño invisible.
–¿Y si lo hace sin saberlo?... ¿ Si él cree emitir música y tú recibes ruido?...
–Oh –me desespero, al advertir que emplean los secretos argumentos de mi mente–, entonces que se pueda creer en la palabra del hombre. Que baste levantar la mano y decir “No me hagas daño” y el otro se abstenga, al comprender que, para alguien, su jazmín es una lanza.