Resistencia bisexual

Curiosamente, a menudo se percibe la bisexualidad no como lugar o espacio en sí mismo, sino precisamente como línea divisoria entre la heterosexualidad y la homosexualidad. En un mapa, una línea divisoria no es un terreno como tal. Solo los espacios que la línea delimita tienen nombre, y lo tienen precisamente porque la línea los contiene y define. La línea no tiene nombre, ni historia, ni cultura, ni habitantes, porque su función es definir dónde empieza y dónde acaba el nombre, la historia, la cultura y las habitantes ajenas. Así, al ver la bisexualidad como línea divisoria, esta se ve despojada de su condición de orientación, de ser una experiencia en sí misma, única y distinta, y la delegamos a un sostén fronterizo de la propia identidad, ya sea heterosexual u homosexual.

es en la curiosidad donde nace el cuestionamiento del orden establecido que más tarde lo hará tambalear, como el redoble de tambor antes de que algo nos haga click en la cabeza y estalle la rabia o la euforia al entender por fin lo que estaba ocurriendo

Para mí, la curiosidad tiene un potencial subversivo tremendo por ser lo que tantas veces nos abre camino a hacernos preguntas y a aprender, un factor imprescindible a la hora de empezar a entender conceptos salvavidas como el feminismo.

Estas cajas donde yo metía lo que era, sencillamente, bisexualidad, hicieron que juntar todas las piezas llevara mucho más tiempo, porque estaban esparcidas, entremezcladas con otras piezas y a veces imposibles de distinguir entre ellas.

Lola Flores: «¿Quién no se ha dado alguna vez un pipazo con una amiga

La mujer que organizó la primera marcha del Orgullo en conmemoración de los disturbios de Stonewall de 1969 fue una activista bisexual llamada Brenda Howard, bautizada como «la Madre del Orgullo». Dos de las personas más icónicas de aquellos disturbios, Marsha Johnson y Sylvia Rivera (ambas trans, racializadas y pobres), mantenían abiertamente relaciones sexuales y afectivas con personas de distintos géneros y curiosamente su orientación nunca se menciona al hablar de ellas

¿Se invierte el mismo esfuerzo en conocer una mente cuando el cuerpo que la mueve encaja en cánones normativos que cuando no? ¿De repente ser bisexual significa ser un filósofo pretencioso que solo se acuesta con gente que se ha leído Rayuela? ¿Cómo encajan en esta supuesta liberación y exaltación de la intelectualidad las violencias que vivimos? ¿No será que así se las invisibiliza aún más?

Me parece un error pensar en la curiosidad como una emoción o característica no definitoria, ajena a la identidad. Para mí, la curiosidad tiene un potencial subversivo tremendo por ser lo que tantas veces nos abre camino a hacernos preguntas y a aprender, un factor imprescindible a la hora de empezar a entender conceptos salvavidas como el feminismo. Prev

En este tipo de apps se pueden encontrar las mismas violencias que se dan en el resto de espacios, porque el mundo digital es precisamente eso: un espacio más, con sus especificidades, igual que los pasillos de un instituto, una cocina o la plaza de mi pueblo

Y ahora a ver quién sale del armario, a estas alturas y con estos pelos