El poder de las palabras

Somos una civilización que no se ríe de sus dioses.

El paso del tiempo es el instrumento, la materia, el obstáculo de casi todas las artes.

La imaginación es el tejido de la vida social y el motor de la historia.

Vivimos en medio de realidades cambiantes, diversas, determinadas por el juego movedizo de las necesidades exteriores que se transforman, en función de ciertas condiciones y de ciertos límites; pero nosotros obramos, nos sacrificamos a nosotros mismosy al prójimo,

Limitándonos a los asuntos humanos, nuestro universo político está poblado exclusivamente por mitos y monstruos: solo conocemos entidades, absolutos

Aclarar nociones, desacreditar palabras vacías en sí mismas, definir el uso de otras mediante análisis precisos, son, por extraño que pueda parecer, tareas que podrían preservar existencias humanas.

Claro que no siempre estas palabras carecen de sentido por sí mismas; algunas de ellas podrían tener sentido si se hiciera el esfuerzo de definirlas convenientemente. Pero una palabra así definida pierde la mayúscula

El principio fundamental del poder y de toda acción política es que nunca hay que demostrar ni la apariencia de una debilidad. La fuerza no solo se hace temer, sino que también se hace amar, incluso por aquellos a los que somete violentamente; la debilidad no solamente no es temida, sino que inspira siempre cierto desprecio y repulsión, incluso en aquellos a los que favorece. No hay verdad más amarga y, por eso, generalmente más ignorada.

NO HAY DIFICULTADES ECONÓMICAS; sólo hay dificultades políticas. Los hombres se resignan a sufrir más fácilmente cuando piensan que sus sufrimientos están impuestos por el poder que si consideran que el poder trata de librarlos de ellos sin conseguirlo; por una singular aberración, el poder les parece una fuerza más difícil de doblegar que las cosas naturales.

Puede ocurrir que el estado de los espíritus permita que un gobierno tome una determinada medida tres meses antes de que sea necesaria, mientras que en el momento en que se impone su ejecución el estado de los espíritus ya no la deje avanzar. Había que haberla tomado tres meses antes. Sentir, percibir continuamente estas cosas es saber gobernar.