–Te comportas como si me conocieras, pero no me conoces, no realmente.
No sabes lo que me gusta, ni lo que quiero, ni lo que sueño…
–Sueñas conmigo si mal no me equivoco.
–Jamás debí contártelo.
Los ojos de Jest se iluminaron.
–Y lo único que sé sobre ti es que entras a hurtadillas en las habitaciones de las jovencitas en medio de la noche y cuando han perdido el conocimiento, les quitas las cintas del corsé. También, que pareciera que quieres que acepte
al Rey, pero luego dices que luzco deslumbrante o me tocas cuando no deberías hacerlo. Y siempre te estás riendo de mí, y estás en una misión secreta para la Reina Blanca, pero no tengo ni la más mínima idea de lo que es y me es imposible saber si algo es real o ilusorio, y yo… tengo que regresar
–giró para alejarse de él–. Gracias por rescatarme de la muchedumbre, pero tengo que volver.
–Yo tampoco puedo dejar de pensar en ti, Lady Pinkerton.