Avanzamos hacia el centro y empezaron a aparecer las otras casas, las que hubiéramos habitado nosotras si hubiéramos nacido bolivianas. Parecían favelas brasileñas: muchas cajitas de ladrillo desnudo, montadas una arriba de la otra, cubriendo la montaña. Pensé que Valparaíso era lo mismo, pero que con la pintura de colores pasaba desapercibida la miseria.