Cuando te marchabas, cerraba los ojos y repetía: regresa, que tu camino esté libre de lo más terrible. Regresa. Era como suplicar frente a una pared en blanco, igual que una pantalla cuando pierde la señal y sólo el ruido, luego el silencio. Acuérdate que no estábamos en guerra, pero afuera todo nos dañaba.
Tu casa no es este país, dijiste, ¿entonces dónde estamos? porque tengo una llave y cuando abro la puerta estoy frente a lo mío, no tengo miedo.