Principio del cuerpo, final del mar

En nuestro último encuentro,

las partes de mi cuerpo sentían celos entre sí:

lo desnudo quería ocultarse

y lo oculto quería mostrarse.

Yo digo:

una luz que no procede de ti

es otra sombra.

¡Bienaventurados los cuerpos que se dedican a leerse

y escribirse el uno al otro!

¡Caigan los racimos de nuestros días!

¡Cuán cálida es la madurez! ¡Qué noble es la caída!

Las uvas aman caer tras estar en lo alto,

dan su líquido que reposa en la tinaja, fluyen

por el cuerpo humano

y suben de nuevo al cielo.

Nuestros dos cuerpos

son un mismo templo.

si alguien viene preguntando por mí, abrázalo y di

que por aquí he pasado

sin decir mi nombre

ni detenerme

La noche no se libró del eco

y las cadenas de la herida.

La cadena que un día creímos

ser

nuestro amor.

¡Ay, qué hermoso desastre!

¿Devuelvo a la tinta mis cartas de amor?