Mileva Einstein, teoría de la tristeza

«Qué importante es el papel en nuestras vidas. Todas esas cartas, facturas, contratos, extractos bancarios, telegramas... Todos esos cálculos, teorías, revistas, libros. Y ahora también los periódicos. Cuando ya no esté, de mí no habrá quedado nada de eso. Ni siquiera las cartas.

Por otra parte, como no me había licenciado, ¿qué sentido tenía que firmase los textos? Seguro que te acuerdas de que firmé con tu nombre reseñas de nuevas revistas científicas y artículos publicados en el mundo anglófono porque entonces, como ahora, no tenías la más mínima idea de inglés. Según mi recuento, eran más de veinte y bien que te vinieron para engrosar tu bibliografía. Por no hablar de algo tan banal como que, cuando dabas clases en Berna, yo te escribía los apuntes.

el duelo es un proceso normal mediante el que la persona afectada vuelve a la realidad, mientras que la melancolía es un «extrañamiento de la realidad». Aún peor, es una atribución de la culpa a sí misma que hace que la persona se sienta aún menos valiosa. «La pérdida del objeto se transforma en pérdida del yo», escribe Freud.

En su interior se ha acumulado tristeza para varias vidas.

Te entiendo, para crear hace falta sosiego. Pero, en tu caso, la ciencia también es una forma de huir de la realidad, sobre todo de las relaciones con tus seres más próximos.

¿Cuántas veces muere una persona después de muerta?

Acaso dos personas que viven juntas tanto tiempo pueden volverse extrañas la una para la otra? Puede ocurrir que ya no se entiendan, que otras personas entren en su vida y la transformen, pero no que se conviertan en perfectos extraños. «Podemos ser incluso enemigos, como ahora, pero no extraños»,

Para ella sus conversaciones eran preciosas, eran lo que más echaba de menos. Había ido dejando de ser la compañera de Albert, de tener importancia para él, hasta acabar resultándole repulsiva. Ahora ha encontrado la forma de librarse de ella. Le ha enviado las Condiciones, seguro de que su orgullo le impedirá aceptarlas.

Mileva no podía imaginarse su relación sin esas conversaciones, ya fuesen sobre partículas cuánticas, los fotones o las propiedades de los líquidos.

Se acostumbró a que le diese problemas matemáticos, ecuaciones y fórmulas. Y, en lugar de eso, ¡le da órdenes e instrucciones de conducta!