-Ahora voy a dormir la siesta. Tú, Pelusa, quédate de pie a mi lado para espantarme las moscas.
Pelusita cogió un plumero con mucha humildad, y se puso a oxearle las moscas. Pero no era necesario, porque, de puro mala que era, la vieja Paví sudaba veneno, y mosca que se le posaba en la cara o en las manos, mosca que caía muerta de repente.