Mi madre no lo pensó con esas palabras, pero lo sabía.
Recuerdo los poemas que solía leerle: suenan muy bonito, pero la vida es otra cosa, me decía. Eran puras construcciones artificiales rebuscadas a las que sólo yo les daba un significado. Mientras tanto, ella se mantenía en pie a pesar de la violencia y la precariedad. La vida para mi madre fue una cadena de acontecimiento que resolvió de manera pragmática y uno de sus mayores orgullos es que yo accedí a un mundo cuya existencia ella apenas intuía. En cambio, la vida para mí ha sido una ficción literaria, como esta historia que lees sobre una mujer que trabajaba, mientras la otra leía.