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Knjige
Roberto Calasso

La marca del editor

  • b9390763089je citiraoпре 4 године
    que un joven debe leer hoy si quiere saber algo de la literatura en lengua alemana de los primeros años del siglo XX.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 1 сата
    De todo esto queda huella en las solapas que publicamos. Desde el principio obedecimos a una regla única: que nosotros mismos la tomásemos literalmente; y un solo deseo: que también los lectores, contrariamente a lo que es usual, hicieran lo mismo. En esa estrecha jaula retórica, menos esplendente pero no menos severa de la que puede ofrecer un soneto, se trataba de decir pocas palabras eficaces, como cuando se presenta un amigo a un amigo. Superando ese leve embarazo que existe en todas las presentaciones, incluso, y sobre todo, entre amigos. Respetando, al mismo tiempo, las reglas de la buena educación, que imponen no subrayar los defectos del amigo presentado. También existía, en todo esto, un desafío: se sabe que el arte del elogio preciso no es menos difícil que el de la crítica inclemente. Se sabe, también, que el número de adjetivos adecuados para elogiar a los escritores es infinitamente menor que el de los adjetivos disponibles para alabar a Alá. El carácter repetitivo y las limitaciones son parte de nuestra naturaleza. Después de todo, nunca conseguiremos variar demasiado los movimientos que hacemos para levantarnos de la cama.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 2 сата
    ¿no es verdad acaso que los libros que nos han dado cierto placer forman, en nuestra mente, una criatura compleja, cuyas articulaciones se encuentran ligadas por una invencible afinidad?
  • Rafael Ramosje citiraoпре 2 сата
    Observemos a un lector en la librería: toma un libro en sus manos, lo hojea y, durante algunos instantes, está del todo ausente del mundo. Escucha que alguien habla y que sólo él lo oye. Acumula fragmentos casuales de frases. Cierra el libro, mira la portada. Después, con frecuencia, se detiene en la solapa, de la que espera una ayuda. En ese momento está abriendo –sin saberlo– un sobre: esas pocas líneas externas al texto del libro son, en efecto, una carta: una carta a un desconocido.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 2 сата
    me referiré a dos libros impresos por Aldo Manuzio. El primero fue publicado en 1499 con el abstruso título de Hypnerotomachia Poliphili, que significa «Batalla de amor en sueño». Pero ¿de qué se trataba? Era lo que hoy se llamaría una «primera novela». Y, además de ser de autor desconocido (y hasta hoy enigmático), estaba escrito en un tipo de lenguaje imaginario, una especie de Finnegans Wakecompuesto sólo de mezcolanzas e hibridaciones de palabras italianas, latinas y griegas (mientras el hebreo y el árabe se comparaban en las xilografías).
  • Rafael Ramosje citiraoпре 2 сата
    cada uno de los libros publicados por cierto editor podía percibirse como eslabón de una misma cadena, o segmento de una serpiente de libros, o fragmento de un solo libro compuesto de todos los libros publicados por ese editor. Ésta, obviamente, es la meta más audaz y ambiciosa para un editor, y así ha sido desde hace quinientos años. Y si les parece que se trata de una empresa irrealizable, bastará con recordar que también la literatura, si no oculta en su fondo lo imposible, pierde toda magia.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 2 сата
    Si en todas partes, sea en la selva brasileña o en el desierto de Kalahari, en la China arcaica o en la Grecia homérica, en Mesopotamia y en Egipto o en la India védica, la primera forma en la que se ha manifestado el lenguaje ha sido la del cuento –un cuento que habla de seres no del todo humanos–, esto presupone que ningún otro uso de la palabra parece más eficaz para establecer un contacto con entidades que nos envuelven y nos superan.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 3 сата
    Goethe había apuntado la idea de Weltliteratur: la «literatura universal» como consecuencia inevitable de todo lo que se escribía. «La literatura nacional ya no significa gran cosa, entramos en la época de la literatura universal y cada uno debe contribuir a precipitar la llegada de esa época.»
    Así advino la época no sólo de la literatura sino de la hibridación universal. Un día Borges agregaría, con su entera obra, una glosa: todo puede ser considerado literatura. Éste es hoy el buque fantasma que transporta todas las posibles combinaciones de formas y las acoge sobre un fondo neutro, ecuánime, que no es una pantalla sino una mente hipotética.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 14 сати
    ¿Es posible que todo eso se desarrolle sin obstáculos? Nada pasa sin obstáculos. Por eso Kelly se siente enseguida en el deber de precisar, en tono contrito, que sí, es verdad, la digitalización de los libros va un poco lenta, «por culpa de cuestiones de copyright y del hecho físico de que se deben pasar las páginas». Observación preciosa, de la que se deriva cuáles son los enemigos: el copyright ante todo, en cuanto limitación jurídica, y el libro mismo en su forma física, que obliga a determinados gestos específicos, como por ejemplo el de pasar la página. Pero hay además algo profundamente odioso y retrógrado en la forma del libro: la portada. La portada es la piel de ese cuerpo que es el libro. Esto constituye un obstáculo grave si se quiere llevar a cabo la partouze de la biblioteca universal: una partouze interminable e imparable entre cuerpos desprovistos de piel. Ésta es quizá la imagen más eficaz si se quiere borrar cualquier deseo erótico, e incluso volver el eros repelente. En todo caso, continúa Kelly, por fortuna los suizos han inventado un robot que «pasa automáticamente las páginas de cualquier libro mientras lo escanea, a un ritmo de mil páginas por hora». Se puede, entonces, esperar que la partouze prosiga, a partir de ahora, a un ritmo más expeditivo.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 14 сати
    La humanidad, nos dice, habría «“publicado”, a partir de las tablillas sumerias, no menos de treinta y dos millones de libros». Ésta sería la base de la «biblioteca universal». A continuación interviene el demonio: «¿Por qué detenerse aquí? La biblioteca universal debería incluir una copia de cualquier cuadro, fotografía, película o composición musical producidos por todos los artistas del presente y del pasado. También debería incluir todas las transmisiones radiofónicas y televisivas. También la publicidad. ¿Y cómo olvidar la Red? La gran biblioteca obviamente debe tener una copia de los cientos de millones de páginas web muertas, que ya no están online, y de las decenas de millones de posts en los blogs que ahora se han perdido; la efímera literatura de nuestro tiempo.» Estas últimas palabras, propias de una ensoñación, no disipan el regusto de horror y de parálisis que destilan las precedentes. Se trata acaso de la forma más avanzada de persecución que se haya descrito: la vida rodeada por una vida en la que nada se pierde y todo está condenado a subsistir, siempre disponible y sofocante. En este cuadro, los libros parecen una remota provincia o un reino de opereta. ¿Qué cuentan treinta y dos millones de libros frente a los miles de millones de «páginas web muertas», en crecimiento exponencial? Son éstos los verdaderos muertos vivientes que nos rodean. Mientras leía, pensaba: ¿hay alguien que haya ido más allá? Sí, lo hay: Joe Gould, el magnífico excéntrico de Nueva York narrado por Joseph Mitchell, el hombre que se pasó la vida aparentando que escribía la «historia oral», esa historia ignota que comprende cada una de las palabras dichas en conversaciones de bar (de todos los bares) o en un vagón de metro (de todos los metros) o en cualquier otro lugar. Respecto del plan de Joe Gould, incluso el de Google resulta provinciano y modesto
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