Nada podía constituir un más grato encargo a mi desempeño que contestar con unas palabras de bienvenida a nuestra Academia, el magnífico discurso con que en ella ingresa quien aparte los méritos literarios de que su modestia hace caso omiso, subordinándolos al teatro en que es reconocida autoridad, ostenta a mis ojos y tiene conquistado en mi afecto, desde hace muchos años, las virtudes morales e intelectuales que florecen en una amistad que nos ha llevado, nacidos en el mismo 1904, a recorrer, juntos a veces, a veces cada cual por su lado, los mismos mágicos, alucinantes, agobiadores y gloriosos caminos de ese mundo de la paradoja al cual en su discurso acaba tan hermosamente de asomarnos Celestino Gorostiza.