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Knjige
Julio Verne

Veinte mil leguas de viaje submarino

  • b8816011824je citiraoпре 4 године
    Tenía razón el capitán. El bárbaro, desconsiderado encarnizamiento de los pescadores hará desaparecer un día la última ballena del océano.
  • Jeroaméje citiraoпре 8 година
    Justa o injustamente se acusó al «monstruo» de tales desapariciones.
  • Jeroaméje citiraoпре 8 година
    Hechos que revelaron que no se trataba ya de un problema científico por resolver, sino de un peligro serio, real, a evitar.
  • Jeroaméje citiraoпре 8 година
    Todo esto dio origen a la interminable polémica entre los crédulos y los incrédulos, en las sociedades y en las publicaciones científicas.
  • Jeroaméje citiraoпре 8 година
    Y, dada esa inclinación a lo maravilloso que existe en el hombre, se comprende la emoción producida por esa sobrenatural aparición.
  • Jeroaméje citiraoпре 8 година
    Los hechos relativos a estas apariciones, consignados en los diferentes libros de a bordo,
  • roncarimari253je citiraoпре 9 година
    Cunard, el inteligente industrial que fundó, en 1840, un servicio postal entre Liverpool y Halifax, con tres barcos de madera, de ruedas, de cuatrocientos caballos de fuerza y con un arqueo de mil ciento sesenta y dos toneladas. Ocho años después,
  • Tatiana Fournierje citiralaпре 9 година
    Entre los peces que el Nautilus asustó a su paso, citaré al ciclóptero, de un metro de largo, de dorso negruzco y vientre anaranjado, que da a sus congéneres un ejemplo poco seguido de fidelidad conyugal
  • Tatiana Fournierje citiralaпре 9 година
    Terminada mi explicación, le invité a meter las manos en la corriente. Al hacerlo así, Conseil se quedó muy sorprendido de no experimentar ninguna sensación de frío o calor.
    -Ello se debe -le dije -a que la temperatura del Gulf Stream al salir del golfo de México es poco diferente de la de la sangre. El Gulf Stream es una gran estufa que hace posible a las costas de Europa adornarse de un verdor perenne.
  • Tatiana Fournierje citiralaпре 9 година
    Los picos resonaban sobre la capa helada, los brazos se fatigaban, las manos se desollaban, pero ¡qué importaban el cansancio y las heridas! ¡Allí el aire vital llegaba a los pulmones! ¡Se respiraba! ¡Se respiraba!
    Y, sin embargo, nadie prolongaba más de lo debido su tiempo de trabajo. Cumplida su tarea, cada uno hacía entrega a sus compañeros jadeantes del depósito que debía verterle la vida. El capitán Nemo era el primero en dar ejemplo. Llegada la hora, cedía su aparato a otro y regresaba a la atmósfera viciada de a bordo, siempre tranquilo, sin un desfallecimiento, sin una queja.
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