Tenemos Que Hablar De Kevin

Cuando mi porte es orgulloso físicamente, me siento algo menos mortificada en mi interior.

Un niño necesita más vuestro amor cuando menos lo merece.

me importaba nada. Porque hay una libertad en la apatía; una salvaje y mareante liberación casi capaz de emborracharte. Puedes hacer entonces cualquier cosa.

No hay mejor forma de hacer que la gente coopere en este país, que aparentar cierta dosis de locura.

. Pero si alguna lección saqué de la fiesta de mi décimo cumpleaños, es la de que las expectativas son peligrosas cuando son, a la vez, grandes e imprecisas.

No hay causa más perdida que una batalla con lo imaginario

Nuestros compatriotas parecen dar gran importancia al hecho de etiquetar sus dolencias. Presumiblemente, una dolencia lo bastante común para merecer un nombre implica que no la padeces tú solo, y te ofrece opciones como chatear por Internet o el apoyo de grupos de ayuda para entonar rapsódicas lamentaciones colectivas.

Además, a veces, cuando escrutas tus sentimientos con un exceso de obsesiva atención, llega un momento en que se te escapan.

Todo el tiempo que estuve embarazada de Kevin, luché contra la idea de Kevin, la idea de que había sido rebajada por él de conductora a vehículo, de dueña de una casa a simple casa.

Pero estaba empezando a intuir que la plena madurez no era tan diferente de la infancia. Ambos estados acababan reduciéndose a seguir las reglas.