Padre

—¿Estás enfadado conmigo?

—Aquí. He estado justo aquí.

—¿Dónde has estado?

—¿Qué? —preguntó alzando su bolso acolchado—. ¿Una anciana no puede maldecir? Modernícese, Padre.

St. Margaret la necesita, padre Bell. En serio espero que no planees joderlo todo.

—¿Por eso parecía que a los dos os dolía algo esta mañana?

Todo está bien.

hay ningún problema entre vosotros, ¿no?

—Ayer por la tarde vino a la reunión de Pasen y Vean —dijo Millie—. Parece bastante interesada en sumarse. Le expliqué cómo funcionaba el catecismo, y creo que se puede sumar, pero pidió hacerlo en otra iglesia. —Millie me miró con dureza—.

No recé, pero pasé las cuentas por mis dedos y me senté, pensando, preocupado y dejando al fin que mi mente se entregara a los viejos senderos de la culpa y la preocupación.