Ella me mira. Está realmente aquí, mirándome fijamente, con los ojos muy abiertos y en pánico. Mis piernas son de repente de plomo. Estoy clavado en el suelo, incapaz de articular palabras. No sé ni por dónde empezar. Hay tantas cosas que quiero decirle, tanto que nunca le he dicho, y estoy muy feliz de verla… Dios, estoy tan aliviado…