Por las mañanas, nada más despertarme, pienso en todo lo que estoy a punto de dejar, en todo lo que añoraré cuando esté en Estados Unidos. Te dejo a ti. A tus hijos, a Piero, tu casa, a la que no sé por qué la llamáis Las Margaritas, pues en ella no hay ni una sola margarita. Dejo a los pocos amigos que veía siempre en vuestra casa, a Serena, a Egisto, a Albina, con los que paseábamos por el bosque y jugábamos a la escoba por las tardes