Por una ironía del destino, justo en el momento en que Martha Argerich había decidido interrumpir su carrera, salió su primer disco editado por Deutsche Grammophon. Produjo el efecto de una bomba en el mundo musical. Pero, más que la crítica ditirámbica, lo que más conmovió a la pianista fue una carta de felicitación que le envió Vladimir Horowitz.