De este modo, el psicoterapeuta ha de librar un triple combate: en su interior, contra los poderes que intentan hacerle descender del nivel analítico; fuera del análisis, contra los adversarios que le discuten la importancia de las fuerzas instintivas sexuales y le prohiben servirse de ellas en su técnica científica; y en el análisis, contra sus pacientes, que al principio se comportan como los adversarios, pero manifiestan luego la hiper-estimación de la vida sexual que los domina, y quieren aprisionar al médico en las redes de su pasión, no refrenada socialmente.