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Yukio Mishima

La perla y otros cuentos

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  • jimenalg03je citiraoпре 5 година
    El olvido llegó, inadvertidamente, cuando nadie lo esperaba. Logró filtrarse por un ínfimo intersticio e invadió el organismo como un germen invisible, abriéndose paso lenta pero seguramente. Tomoko atravesaba inconscientes presiones como cuando uno se resiste a un sueño. Rechazaba el olvido y se decía que aquél provenía de la fuerza transmitida por el nuevo hijo que había concebido. Pero el niño sólo ayudaba.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 6 сати
    Luego de ejecutar los últimos trámites que debe cumplir el viajero al llegar a destino, Kawase subió apurado las escaleras alfombradas de rojo y vio inmediatamente, entre el público, a su esposa con el niño en brazos.

    Ella vestía un pulóver verde seco y había engordado durante su ausencia. El hecho de que sus rasgos parecieran borrosos la hacía más atractiva.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 6 сати
    Cuando se despertaron por la mañana, después de un corto sueño, descorrieron las cortinas y contemplaron la bahía de San Francisco que, entre edificios, brillaba a lo lejos bajo la luz del sol.

    Mientras ingería su solitario desayuno de la mañana anterior, Kawase había arrojado migas a las palomas que se posaban sobre el alféizar. Volvieron nuevamente al oír abrirse la ventana. No hubo migas, sin embargo, pues Kawase no podía pedir el desayuno a su habitación. Decepcionadas, las palomas se retiraron a un hueco, bajo el alféizar, estirando el cuello de vez en cuando, como esperando su ración. Luego, se alejaron volando. Sus cuellos eran una intrincada combinación de azul, marrón y verde.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 6 сати
    En todas sus relaciones con mujeres había dejado sentado un tácito acuerdo por el que él no pensaba ni remotamente en casarse. No perdía oportunidad de formular cínicos comentarios sobre aquellos que deseaban una pacífica vida matrimonial y siempre pedía a la mujer que lo acompañaba que se uniera a su risa.

    El paso siguiente era la retirada de la mujer en defensa propia. Fingía considerar su relación como franca y alegre, y, luego, ambos deseaban y trataban de pensar de esa manera. Mitad por razones de conveniencia y mitad por razones de buen gusto, Kawase había decidido mantener con Asaka este tipo de relación. Pero, finalmente, el esfuerzo arrojó un débil tinte de desesperación y el vacío se apoderó de sus burlas e ironías. Creyeron, pues, en la ilusión de ser invulnerables.
  • Ivana Melgozaje citiralaпрекјуче
    Luego, al aparecer la primera luz de la mañana a través del vidrio escarchado de la ventana, el papel se iluminaba y Kawase veía nacer el día en aquel cuadrado blanco. Asaka nunca olvidaba sacar el papel cuando se desataba el obi, pero, a veces, no recordaba ponérselo nuevamente cuando se vestían a la mañana siguiente.

    Algunas veces, cuando discutían, el papel estaba allí como una clara y blanca señal sobre la estera.

    Mientras afloraban aquellos recuerdos en su memoria, Kawase pensó que la mujer envuelta en el abrigo de visón no tenía dónde poner el abultado paquete. La pequeña ventana blanca había desaparecido.
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    Así como dos personas esquivan los charcos después de una tormenta, ambos evitaron hablar de otros tiempos con gran habilidad. Para hablar del presente, sólo tenían San Francisco. Eran dos viajeros sin ninguna otra vida.
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    La suavidad del abrigo de visón perdía en comparación con la rígida y limpia austeridad del obi. Kawase hizo una extraña asociación. Era como si el portal grande, de laca bermellón con remaches negros, de la mansión de alguna dama de la nobleza se convirtiera, de pronto, en una brillante puerta giratoria.
  • Ivana Melgozaje citiralaпрекјуче
    Pese al ruido y al alboroto de la tienda, había algo marcadamente melancólico en las mujeres solas y sus apetitos.
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    Siempre había sido hermosa, pensó, y recordó en cuántas oportunidades la había contemplado como si observara un fuego lejano.
  • Ivana Melgozaje citiralaпре 7 дана
    Había percibido algo inexplicable en la fisonomía agonizante de su marido. Algo nuevo. Le sería dado, pues, resolver el enigma.

    Reiko sintió que, por fin, también podría participar de la verdadera amarga dulzura del gran principio moral en el que había creído el teniente.
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