Sangre de hielo

—Cuando estoy contigo —susurró—, no me importa quemarme.

—No hay nada en ti que me dé miedo

La crueldad no es poder. La tiranía no es fuerza

Sudesia, con el resto de nuestra gente.

—¿Por qué no has querido matarlo?

—Nunca le haría daño a Arcus —dije apartándolo con todas mis fuerzas, ya no pensaba en curar—. ¡Antes preferiría morir!

—No soy la misma persona que tú recuerdas —le advertí mientras me chorreaba agua de los labios—. Aquella noche capturaste a una chica asustada. Pero ahora ya no tengo miedo.

tienes que pedirme que pare y lo haré. Tienes que confiar en mí, Ruby: nunca te haría daño.

—Confío en ti

—Te prometí un secreto —dijo al final, sus ojos brillaban a la luz de las velas—, y no se me ocurre una forma de decírtelo más clara que esta.

Quería ser algo más para él, algo más que una forma de fundir el trono.

—Y ahora no dejo de preguntarme si podría dejarte marchar —

Desde que salgamos del monasterio hasta que volvamos sanos y salvos, te protegeré con mi vida.