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Knjige
Hernán Díaz

Fortuna

  • sebalidijoverje citiraoпре 2 године
    el dinero es una ficción; bienes de consumo en forma de pura fantasía, ¿entiendes? Y eso es doblemente cierto en el caso del capital financiero. Las acciones, los valores, los bonos. ¿Crees que alguna de las cosas que compran y venden esos bandidos del otro lado del río representan algún valor real y concreto? No, para nada. Las acciones, los valores bursátiles y toda esa porquería no son más que promesas de un valor futuro. Así pues, si el dinero es una ficción, el capital financiero es la ficción de una ficción.
  • Rafael Ramosje citiraoпре 14 сати
    ¿qué podían significar las noticias diarias para alguien centrado en lo eterno?
  • Rafael Ramosje citiraoјуче
    Si la práctica de inventarse sus sueños había empezado como broma, con el tiempo se convirtió en necesidad. A los nueve o diez años, el insomnio empezó a alargar sus noches, privándola no solo de sus sueños, sino también de la paz. Las esporas heladas de la ansiedad le colonizaban la mente y se la reducían a un páramo de miedo.
  • Rafael Ramosje citiraoјуче
    En su intento de maridar religión y ciencia, se embebió de las doctrinas de Emanuel Swedenborg. Aquel fue un punto de inflexión en su vida, y también en su relación con su hija. Guiado por las enseñanzas de Swedenborg, se convenció de que la razón, y no la penitencia ni el miedo, era el camino a la virtud y quizás incluso a la divinidad.
  • Rafael Ramosje citiraoјуче
    Los primeros dos o tres años que Helen pasó estudiando bajo la tutela de su padre siempre serían los más felices de su vida, y aunque con el tiempo se desdibujaron los detalles y contornos de aquellos recuerdos, la sensación general de euforia y plenitud nunca perdió nitidez y luminosidad en su mente.
  • Rafael Ramosje citiraoјуче
    Rebosaba de aquella cualidad tan convencional y embarazosa: el «buen gusto». Al verlo, Rask pensaba que solo un empleado se gastaría el dinero que le daba otro de aquella manera: en busca de alivio y libertad.
  • Rafael Ramosje citiraoјуче
    Pasaron unos cuantos años de estancamiento, durante los cuales hizo intentos poco entusiastas de empezar colecciones diversas (de monedas, de porcelana, de amigos), coqueteó con la hipocondría, intentó desarrollar una pasión por los caballos y fracasó en su intento de convertirse en dandy.
    El tiempo se volvió un incordio constante.
  • F. Javier Limpias Ch.je citiraoпре 3 дана
    Los Brevoort eran una familia antigua de Albany cuya fortuna había abandonado al apellido. Habían bastado tres generaciones de novelistas y políticos fracasados para reducirlos a un estado de precariedad decorosa. Su casa en la calle Pearl, una de las primeras que se habían construido en la ciudad, era la encarnación misma de aquel decoro, y la existencia de Leopold y Catherine Brevoort giraba en gran medida en torno a su mantenimiento. En la época en que nació Helen, ya habían cerrado los pisos superiores para asegurarse de poder dedicarle toda su atención a los de abajo, que era donde recibían a sus invitados. Su salón era uno de los centros de la vida social de Albany, y los recursos menguantes de los Brevoort no les impedían tener de invitados a miembros de las familias Schermerhorn, Livingston y Van Rensselaer. Si sus reuniones tenían tanto éxito era porque alcanzaban un poco común equilibrio entre la ligereza (Catherine tenía un don para conseguir que los demás se sintieran conversadores excepcionales) y la gravedad (Leopold era ampliamente reconocido como una de las autoridades intelectuales y morales de la ciudad).
  • F. Javier Limpias Ch.je citiraoпре 3 дана
    Sheldon Lloyd encarnaba la mayoría de los aspectos del mundo financiero que Benjamin detestaba. Para Sheldon, igual que para el grueso de la población, el dinero era un simple medio para hacer cosas. Lo gastaba. Compraba cosas. Casas, vehículos, animales, pinturas. Hablaba ostentosamente de ellas. Viajaba y organizaba fiestas. Llevaba la riqueza en el cuerpo: la piel le olía distinto cada día; sus camisas no estaban planchadas, sino que eran siempre nuevas; sus abrigos relucían casi tanto como su pelo. Rebosaba de aquella cualidad tan convencional y embarazosa: el «buen gusto». Al verlo, Rask pensaba que solo un empleado se gastaría el dinero que le daba otro de aquella manera: en busca de alivio y libertad.
  • F. Javier Limpias Ch.je citiraoпре 3 дана
    Nueva York rebosaba de ese bullicioso optimismo de quienes creen haberse adelantado al futuro. Por supuesto, Rask se había beneficiado de aquel crecimiento vertiginoso, pero para él se trataba de un acontecimiento estrictamente numérico. No se sentía obligado a viajar en las líneas del metro que se acababan de inaugurar. Había visitado algunos de los muchos rascacielos que se estaban levantando por toda la ciudad, pero nunca se le había ocurrido trasladar sus oficinas a uno de ellos. Veía los automóviles como una molestia, tanto en las calles como en las conversaciones. (Los coches se habían convertido en un tema recurrente y, para él, infinitamente tedioso, del que no paraban de hablar sus empleados y socios.) Siempre que podía, evitaba cruzar los puentes que unían las distintas partes de la ciudad, y no podían importarle menos las multitudes de inmigrantes que desembarcaban a diario en Ellis Island. Casi todo lo que pasaba en Nueva York lo vivía a través de la prensa, y, sobre todo, a través de la cinta de cotizaciones.
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