Además de otras curiosidades, describió que el lápiz de mi prima se había deslizado por entre las rendijas del banco, y él aprovechó el momento de distracción de los enfermeros para hundirlo en la tierra todo lo hondo que pudo. Cuando dijo eso, me sonreí entre lágrimas, le pregunté qué lo había motivado. Dicen que cuando a uno le gusta mucho un lugar en el que está de paso, conviene dejar un par de zapatos o alguna prenda para que el destino nos permita volver, respondió.