¿Huir de ti, yendo hacia ti?
Soy un velero esbelto y exasperado. El viento inflama mis velas de franjas verde esmeralda, naranja escarchado, blanco, AVIS, SIVA, brazos infinitos, signo –¡recuerda el signo!– om. Con la precisión que es el último recurso de los ebrios, avanzo en diagonales enfáticas hacia la playa de los enamorados. Huyo de ti.
¿Por qué, a pesar de la ceguera, del deslumbramiento, por qué? En el centro de la bahía percibo –y rechazo– una silueta erecta, opaca, algo como el mascarón de proa de una goleta que no avanza; pero no, es un perfil demasiado pétreo, demasiado simétrico para ser una roca, menhir en el gran vientre líquido, no quiero, y sin embargo en su estatura de vigía no puedo menos que reconocer el faro, el faro-falo sin luz de esperma en el mediodía, el cono de amor sonámbulo, la punta embotada como la espada del Rey Arturo, Excalibur, redonda,