—Mátenla —ordena dándome la espalda, y sus hombres alzan las armas, consiguiendo que los Halcones hagan lo mismo.
—¡Vamos, Ilenko! —Doy un paso más—. Los Halcones van a acabar con la sala en un abrir y cerrar de ojos si me tocas un pelo.
—¡Armas abajo! —pide Ali Mahala.
—Antoni te manda a decir que tengas cuidado, que las cunas de Trotski no son un sitio seguro —le suelto—. ¡Así que baja las armas!