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El libro de todos los libros, Roberto Calasso
es
Knjige
Roberto Calasso

El libro de todos los libros

Una propuesta de enorme envergadura intelectual presentada como la más seductora de las narraciones: Roberto Calasso explora la Biblia y la Torá.
Entre las varias aventuras intelectuales que emprendió a lo largo de su vida el mítico editor Roberto Calasso, tiene especial relevancia su empeño en volver a contar y analizar la cultura universal, en un vasto proyecto a medio camino entre la narración y el ensayo que inició con La ruina de Kasch. Este volumen dedicado al Antiguo Testamento y la Torá es la décima entrega de esa magna obra total.
El autor relata, aportando su mirada singular, historias bíblicas como las de los reyes de Israel —Saúl, David y Salomón— o episodios como los de la reina de Saba o la huida a Egipto. Calasso traza un recorrido que va desde la creación del mundo por Yavé hasta la figura del Mesías. Fiel a su estilo, narra y estudia mitos centrales de nuestra cultura con un impresionante despliegue de erudición.
El libro aborda temas como el pecado original, el mandato divino, la construcción del Templo de Jerusalén, el rito del sacrificio, la idea de pueblo elegido, la Tierra Prometida. Establece comparaciones entre las tradiciones orientales y el universo bíblico y conecta este con el mundo moderno: la mirada de Freud sobre Moisés o el Holocausto. Una propuesta de enorme envergadura intelectual, presentada como la más fascinante de las narraciones.
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Citati

  • Zakarias Zafraje citiraoјуче
    soy Yahvé, que te saqué de Ur de los Caldeos para darte este país en propiedad», la respuesta fue: «Adonai Yahvé, ¿cómo puedo saber que voy a poseer todo esto?». Era la duda sobre la elección, la más fuerte de todas las dudas. Y podía parecer una pregunta recelosa e insolente, como se le reprocharía a Abraham a lo largo de los siglos. Pero Yahvé no lo entendió así. Ordenó inmediatamente los preparativos para sellar –o «cortar», que significa lo mismo– la primera alianza con Abraham.
    Más de veinte años después, llegó el momento de otra pregunta, y esta vez fue el mismo Abraham quien se asustó de su atrevimiento: «¡Heme aquí, decidido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza!». Este era el signo diferenciador: si el polvo y las cenizas no podían dirigirse a su Señor, podrían seguir siendo lo que eran y toda la historia podría ser historia natural. Pero, si podían hablar, entonces también la elección y la consiguiente intimidad con el Señor eran posibles.
  • Zakarias Zafraje citiraoпре 3 дана
    el pacto requería la presencia de sangre derramada. Quienes pactaban debían cortar en dos una víctima inmolada y pasar entre las dos mitades de su cuerpo ensangrentado. No había pacto si no venía precedido de un sacrificio cruento. Y los dos que pactaban formaban parte del sacrificio hasta tal punto que debían pasar por el medio, como si fueran ellos mismos la víctima. Según Dhorme, ello obedecía a la necesidad de «identificarse con las víctimas y asumir su suerte en caso de que se violaran los compromisos contraídos». Esta interpretación constituía ya una forma de transferir el rito a un contexto legal, que garantizara las consecuencias del acto. Lecturas modernizantes y eufemísticas. Mucho más significativa era la premisa del acto mismo: la muerte de una víctima y su sangre. Sin esos preliminares, en los que se mataba un animal –un «ternero que han cortado en dos», en palabras de Jeremías–, el pacto no habría podido cerrarse.
  • Zakarias Zafraje citiraoпре 3 дана
    El pacto entre Yahvé y Abraham tuvo lugar entre animales ensangrentados cortados en dos: una novilla, una cabra, un carnero, una tórtola y una paloma. Los buitres volaban alrededor de los cadáveres. Abraham los ahuyentaba. Luego, al caer el sol, se sumió en un sueño angustioso. Vislumbró la oscuridad del futuro. Yahvé había hablado también de «cuatrocientos años de esclavitud y opresión». Bien entrada la noche, «un brasero humeante y una antorcha de fuego pasaron entre los pedazos de las víctimas». Para crear una alianza hay que cortar algo –las víctimas– y atravesarlo por la mitad. Los trozos de los animales sacrificados están dispuestos a ambos extremos del altar. Pero ¿cómo se puede atravesar el centro de un altar que es de piedra? Es necesario que el fuego pase por el medio. Entonces Yahvé habló de nuevo y «estableció un pacto con Abraham», que un día sería llamado «el pacto de los animales cortados». A este pacto Yahvé añadió pronto otra condición: un corte que debía grabar el cuerpo de todo varón, «incluso el del extranjero que has comprado con dinero»: la circuncisión.

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