La soledad es una riqueza que el mundo ha perdido. Nadie quiere estar solo. La soledad se volvió agreste, hasta peligrosa. Antes, era el canto de los ruiseñores, era la brisa bajo los árboles; en un lecho era el coito, era el sabor de lo que iría a suceder mañana, tal vez pasado mañana, tal vez nunca. Ahora, ¿quiere que le diga lo que es? Es la bomba de agua que se ha tapado, es la corriente eléctrica que no funciona, es el teléfono que llama de parte de nadie o de un señor que podría llamarse el señor Amenazas, los pasos en las baldosas frías de un atrevido que entra a matar a alguien y se olvida que el móvil de un crimen es un robo y deja los armarios rotos con las cerraduras violadas.»