El adolescente que cierra la puerta de su cuarto para escuchar música, leer, dibujar, navegar por internet o escribir en su diario le está demostrando a su familia que es capaz de organizar el ritmo de sus actividades y autoevaluarse, sin depender de juicios ajenos. La soledad estimula su creatividad. Desarrolla su autonomía. Pero es intermitente: el adolescente no se queda en la habitación. Sale con sus amigos. A menudo considera, en lo que respecta a la soledad, que la naturaleza es el entorno apropiado para relajarse y reponer fuerzas.