Desde su regreso, una placentera nada inundaba sus días enteros. Se dedicó a leer, a dar largas caminatas, a visitar museos, a asistir al cine o al teatro, a andar en bicicleta. Sin embargo, en su memoria no almacenaba recuerdo alguno. Apenas terminaba un libro y olvidaba de qué se trataba, sólo le quedaba una ligera sensación de placer; lo mismo le ocurría con el cine, el teatro o las exposiciones. Las observaba con atención, encontraba coincidencias con otras obras o incluso con escenas de la vida cotidiana, pero en cuanto abandonaba el recinto, su memoria parecía sufrir una especie de borrado radical. No recordaba nada y eso la hacía sentirse tranquila