La chica del cumpleaños

lazo natural con el mundo. Y si bien ese lazo no tenía ninguna función práctica, era un lazo que no suponía molestia alguna.

La única razón para hacerlo es que, solo, me aburro, y como no se me ocurre nada mejor que hacer, acabo poniendo ineludiblemente la radio

Algo que tú quieras. Lo que tú desees, jovencita. Si los tienes, te concederé uno de tus deseos. Éste es el regalo de cumpleaños que puedo hacerte. Pero se trata sólo de uno, así que tienes que pensártelo muy, muy bien

es que una persona, desee lo que desee, llegue hasta donde llegue, jamás puede dejar de ser ella misma. Sólo eso.

Que ninguna sombra la empañe jamás.

El encargado ponía la comida en un carrito de esos del servicio de habitaciones de los hoteles, lo empujaba con aire sumiso hasta el ascensor, subía y, unos diez minutos después, regresaba con las manos vacías

Pero la historia se había complicado de manera insospechada y, tras corresponder a una palabra ofensiva con otra insultante, y viceversa, ella sintió que se habían roto de manera irreversible los lazos que los unían

Lo envolvía, en silencio y soledad, el olor propio de los solterones

Eso tampoco quedaría mal en una pegatina: UNA PERSONA, LLEGUE HASTA DONDE LLEGUE, JAMÁS PUEDE DEJAR DE SER ELLA MISMA.

—Eso tendría que ir en una pegatina —dice ella—: LOS PARACHOQUES ESTÁN PARA SER ABOLLADOS.