tras un año de vacío absoluto, la casa estaba moribunda. No como en la masacre que se había llevado a cabo allí, en la que la muerte llegó rápido y de manera inesperada. No, la casa se moría más lentamente. Poco a poco. Los ladrillos se desmoronaban y los marcos de madera de las puertas y las ventanas estaban deformados. Las vigas se pudrían y los canalones asomaban del borde del tejado como