es
Ali Hazelwood

Del odio al amor

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  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Alargo la mano para rozar la suya por debajo de la mesa. Es apenas un roce fugaz para infundirle ánimos, pero su mano atrapa la mía y decido quedarme así.

    Con Ian, siempre decido quedarme.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    —Normalmente no soy así.

    No se sorprende de que esté despierta.

    —¿Cómo?

    Lo pienso.

    —Necesitada. —Pienso un poco más—. Dependiente.

    —Lo sé. —No le veo la cara, pero su voz suena grave y amable.

    —¿Cómo lo sabes?

    —Te conozco.

    Mi primer instinto es enfadarme y negarlo. Una parte de mí rechaza que la conozcan, porque que te conozcan implica que te rechacen, ¿no?

    —Pero no me conoces. No de verdad. O sea, ni siquiera hemos follado.

    —Cierto. —Asiente y su mandíbula me roza el pelo—. ¿Me habrías dejado conocerte si hubiéramos follado?

    —No. —Bostezo y me incorporo. Me arqueo para estirar la espalda dolorida—. ¿Alguna vez piensas en ello?

    —¿En qué?

    —Hace cinco años. En aquella tarde.

    —Pienso mucho en ello —responde de inmediato, sin vacilar. Su expresión es indescifrable. Totalmente ilegible.

    —¿Por eso has venido a rescatarme? —bromeo—. ¿Porque seguías pensando en ello? ¿Porque llevas años suspirando por mí en secreto?

    Me mira directamente a los ojos.

    —No creo que tuviera nada de secreto.

    Vuelve la vista a la tableta, aún tranquilo y relajado. Después de varios minutos y un par de bostezos, cierra los ojos y apoya la cabeza en el asiento. Esta vez es él quien se queda dormido y yo la que sigue despierta, contemplando la marcada línea de su garganta, incapaz de evitar que el cerebro me dé vueltas en un millón de direcciones distintas.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    —Lo siento. Por lo que te dije en Houston.

    —Chist.

    —Y por haberte puesto en peligro…

    —Calla, no pasa nada. —Me besa la sien. Está húmeda por las lágrimas—. No pasa nada.

    —Sí pasa. Tendrías que estar trabajando con tu equipo o durmiendo en tu cama, pero estás aquí por mí y…

    —Hannah, no hay ningún otro sitio en el que preferiría estar.

    Me río, llorosa.

    —¿Ni siquiera, no sé, literalmente cualquier otro sitio?

    Oigo cómo se ríe justo antes de quedarme dormida.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    —AMASE no te ha enviado —digo. No es una pregunta. Ian no lo admite, pero en esta litera, a su lado, es muy obvio. Ha venido a Noruega para asegurarse de que estuviera a salvo. Desde el principio, todo lo que ha hecho ha sido intentar mantenerme a salvo—. ¿Cómo sabías que iba a necesitarte?

    —No lo sabía, Hannah. —Su pecho sube y baja cuando respira hondo. Cualquier otro hombre estaría regodeándose. Ian… Creo que habría preferido que no tuviera que pasar por esto—. Temía que te pasara algo. Y no confío en Merel. Contigo, no.

    Lo dice como si yo fuera algo extraordinario e importante. El conjunto de datos más valiosos de una muestra, su ciudad favorita, el paisaje marciano más bonito y austero. A pesar de que lo alejé de mí, una y otra vez, ha cruzado en barco el océano más frío del planeta solo para darme calor.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Me inclino hacia él, lo fulmino con la mirada y, por una fracción de segundo, la sensación familiar de tenerlo cerca me invade como una oleada. Sin embargo, desaparece con la misma rapidez y lo único que permanece es una extraña combinación de tristeza y ganas de vengarme. Tengo mi proyecto, lo que significa que he ganado. Pero también… Sí. Me gustaba. Aunque nunca traspasó más allá de los márgenes de mi vida, creo que una parte de mí esperaba…

    Bueno, ya no importa.

    —Ha encontrado una alternativa, Ian —digo—. Mi incapacidad para llevar a cabo el proyecto y yo nos vamos a Noruega, y no hay nada que puedas hacer al respecto.

    Cierra los ojos. Después los abre y murmura algo en voz baja que se parece mucho a un exabrupto, seguido de mi nombre y más explicaciones apresuradas que no me molesto en escuchar. Me libero de sus dedos, lo miro a los ojos una última vez y me alejo mientras me juro a mí misma que se acabó.

    No volveré a pensar en Ian Floyd.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Poco más de seis meses después, cuando por fin vuelvo a verlo, lo odio.

    Lo odio con todo mi corazón y no dudo en hacérselo saber.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Pero eso no viene al caso. La cosa es que estoy al tanto de los logros laborales de Ian Floyd y soy muy consciente de que sigue en la NASA. Por tanto, no tiene ningún sentido que me sorprenda verlo. Y no lo hago. De verdad que no.

    Sin embargo, dado que hay más de tres mil trabajadores en el Centro Espacial Johnson, supuse que me lo cruzaría de pasada cuando llevara unas tres semanas aquí. Tal vez incluso tres meses. Desde luego, no esperaba verlo el primer día, en la puñetera charla de bienvenida para nuevos empleados. Por descontado, no esperaba que se fijara en mí nada más verme y se quedara mirándome durante un buen rato, como si recordara perfectamente quién soy, como si no le hiciera falta preguntarse por qué le resulto familiar ni le costara nada ubicarme.

    Porque… no le hace falta. Está claro que no. Ian aparece en la entrada de la sala de conferencias, donde los recién contratados se han posicionado para esperar al siguiente orador. Con el ceño ligeramente fruncido, mira alrededor para buscar a alguien y se fija en mí, que estoy hablando con Alexis, un milisegundo después de que yo me fije en él.

    Se queda parado un segundo, con los ojos muy abiertos. Luego se abre paso entre los grupos de personas que charlan alrededor de la mesa y avanza hacia mí a grandes zancadas. Me mira a los ojos y se lo ve confiado y sorprendido, en el buen sentido, como alguien que recoge a su novia en el aeropuerto después de que ella haya pasado cuatro meses en el extranjero estudiando los hábitos de cortejo de la ballena jorobada. Pero no tiene nada que ver conmigo. No es por mí.

    No puede ser por mí, ¿verdad?
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Saco un sobresaliente bajo en la asignatura. En los años siguientes, no me permito pensar mucho en Ian. Sin embargo, cada vez que vuelvo a ver las grabaciones de vídeo del control de misión celebrando el aterrizaje del Curiosity, no puedo evitar buscar con la mirada al chico alto y pelirrojo del fondo de la sala. Y siempre que lo encuentro, siento que el fantasma de algo me oprime el pecho.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    —¿Me dejas que te invite a cenar? —pregunta contra mis labios—. Antes de…

    Niego con la cabeza. Las puntas de nuestras narices se rozan.

    —No hace falta.

    —Me… Me gustaría, Hannah.

    —No. —Lo beso otra vez. Un beso. Profundo. Glorioso—. Yo no hago eso.

    —¿No haces…? —Otro beso—. ¿Qué?

    —Cenar. —Beso. Y otro más—. Bueno, a ver —me corrijo—, sí ceno. Pero no salgo a cenar con nadie.

    Ian se aparta y me mira con curiosidad.

    —¿Por qué no?

    —Porque… —Me encojo de hombros; desearía seguir besándonos—. No salgo con nadie, en general.

    —¿No sales con nadie? ¿Nunca?

    —No. —Su expresión vuelve a ser retraída de pronto, así que sonrío y añado—: Pero de todas formas me encantaría irme contigo. No hace falta salir para eso, ¿no?

    Da un paso atrás, largo, como si quisiera dejar un poco de espacio físico entre los dos. La parte delantera de sus vaqueros es… un desastre. Quiero limpiarlo.

    —¿Por qué…? ¿Por qué no sales con nadie?

    —¿En serio? —Me río—. ¿Te apetece que te hable de mis traumas emocionales después de lo que acabamos de hacer? —Nos señalo con la mano.

    Asiente, serio y un poco rígido, y se me pasa el subidón.

    ¿De verdad? ¿De verdad es lo que quiere? ¿Quiere que le explique que no tengo tiempo ni disponibilidad emocional para ningún tipo de relación sentimental? ¿Que no me imagino a nadie que quiera quedarse a mi lado para nada más que un polvo después de conocerme de verdad? ¿Que ya me di cuenta hace tiempo de que, cuanto más tiempo pasa la gente conmigo, más probabilidades hay de que descubran que no soy tan lista como creen, ni tan guapa ni tan divertida? Lo que más me conviene es no dejar que nadie se acerque demasiado, para que nunca descubran cómo soy en realidad. Y lo que soy, sinceramente, es un poco cabrona. No se me da bien preocuparme por nada, la verdad. Tardé una década y media en encontrar algo que me apasionara en la vida. Este experimento de amistad con Mara y Sadie sigue siendo solo eso, un experimento, y…

    Joder. ¿Ian quiere que salgamos? Ni siquiera vive aquí.

    —¿Me estás diciendo… —me masajeo las sienes mientras se me pasa el éxtasis del orgasmo— que no te interesa acostarte conmigo?

    Cierra los ojos en un gesto que no parece un no. Desde luego, no es falta de interés. Pero lo que dice es:

    —Me gustas.

    Me río.

    —Me he dado cuenta.

    —No es algo habitual. Para mí. Que alguien me guste tanto.

    —Tú también me gustas. —Me encojo de hombros—. Así que, ¿por qué no nos divertimos? ¿No es suficiente?

    Aparta la mirada. Se mira los zapatos.

    —Si paso más tiempo contigo, me gustarás más.

    —No. —Resoplo—. Por lo general, no funciona así.

    —Para mí, sí.

    Suena tan convencido e irrefutable que no sé qué hacer más que mirarlo. Tiene los labios hinchados y todo en él es atractivo. Parece tan resignado y devastado ante la idea de follarme sin condiciones que debería resultarme cómico, pero la verdad es que no recuerdo haberme sentido nunca tan atraída por nadie, mi cuerpo vibra por el suyo y…

    Tal vez podrías salir con él. Solo por esta vez. Una excepción. Podrías probarlo. Tal vez funcione. Tal vez…

    ¿Qué? No. ¿Qué cojones? Solo el hecho de planteármelo me aterroriza. Ni de coña. Yo no soy así. Estas cosas son una pérdida de tiempo y energía. Estoy muy ocupada. Esto no es para mí.

    —Lo siento —me obligo a decir. Ni siquiera es mentira. Lo siento muchísimo—. No creo que sea una buena idea.

    —Vale —dice, tras un largo momento. Conforme. Un poco triste—. Vale. Si cambias de idea… sobre la cena, claro, házmelo saber.

    —De acuerdo. —Asiento—. ¿Cuándo te vas? ¿Qué plazo tengo? —añado e intento quitarle hierro al asunto.

    —No importa. No… Vengo mucho por aquí. —Sacude la cabeza—. Puedes cambiar de opinión cuando quieras. No hay fecha límite.

    Ah.

    —Si tú cambias de opinión en lo de follar…

    Suelta una risa seca, que casi suena más como un gemido de dolor y, por un segundo, siento el impulso de dar explicaciones. De soltarte un «No eres tú, soy yo». Pero sé cómo sonaría y sé que no debo. Así que nos quedamos mirándonos unos segundos y luego… Ya no hay nada que decir, ¿no? Mi cuerpo se mueve en automático. Me bajo del escritorio y dedico un momento a recolocar las pantallas en su sitio, el ratón, los teclados y los cables; cuando paso junto a Ian de camino a la puerta, sigue con una expresión solemne y triste mientras se frota la mandíbula con la mano.

    Las últimas palabras que me dice son:

    —Me ha encantado conocerte, Hannah.

    Debería responderle, pero siento un peso desconocido en el pecho y no me atrevo a hacerlo. Así que me conformo con esbozar un amago de sonrisa y me despido con un gesto vago. Meto las manos en los bolsillos mientras mi cuerpo aún palpita por lo que estoy dejando atrás y camino despacio de vuelta al campus de Caltech, pensando en pelo rojo y en las oportunidades perdidas.
  • anarosabarronje citiraoпре 17 дана
    Me recuesto en la silla y me emociono un poco por haber descifrado algo de él. Normalmente no me esfuerzo tanto por averiguar las historias de las personas que conozco, pero Ian es interesante.

    No. Es fascinante.
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