La libertad de reírse de todo es como la de hablar de todo, una conclusión lógica del rechazo a que alguien decida unilateral y coercitivamente de qué no se puede reír, de qué hay que hablar, qué voces no conviene que escuchemos. En esta utopía de una risa libre y con potencial dañoso atenuado se ríe o no se ríe porque se quiere, no por miedo.