El hechizo del verano

No puedo concebir una actividad más adecuada que el tejido para hacer tangible el paso del tiempo: un segundo menos, un punto más.

He sido libre de desperdiciar mi tiempo como he querido; y lo he desperdiciado mucho, pero al menos era yo el que lo desperdiciaba, y por ende no fue para nada un desperdicio, ni un solo momento.

Explica que los líquenes crean arena porque secretan ácidos que rompen los minerales de las piedras. También los glaciares crean arena, cuando se arrastran sobre las rocas y la tierra. Los ríos y los arroyos crean arena. Las masas continentales crean arena al deslizarse unas sobre otras, como una caricia de manos. La arena blanca de las playas tropicales que tanto nos gusta es el excremento de los peces que no logran digerir los fragmentos caliginosos de los pólipos de coral.

En invierno todo se vuelve acromático.

Escuché que si uno se hunde y se pierde en el agua que está debajo del hielo, no debe ir nadando hacia la luz sino hacia donde vea un punto oscuro. Ese punto es la salida.

Pienso que el invierno nos da una lección de humildad, nos obliga a creer en la existencia de ciertas cosas aunque no podamos verlas.

Y así como le negamos la inteligencia a quien no tiene nuestra facultad del lenguaje, se la otorgamos de inmediato a quien sí la manifiesta, aunque solo sea un eco de nuestro propio balbuceo.

Nuestros cuerpos y la manera que tenemos de experimentar el mundo son nuestra primera fuente de información.

Codifican el mundo más o menos de la misma forma y está dentro de las condiciones de posibilidad de cualquier ser humano aprender cualquier otra lengua existente.

A la ciencia de hoy no le interesa demasiado estudiar ninguno de los dos orígenes sino más bien su uso, así que por el momento no tenemos demasiada idea.