La hora de clase. Por una erótica de la enseñanza

contrario, la torcedura de la vid exige la excepción, la desviación, la divergencia, la herejía

el peligro no reside ya en concebir la educación como el molde autoritario de la tradición, sino en asimilarla a la exaltación del principio de rendimiento que transforma la vida en una perpetua competición.

La fuerza de la educación no estriba en recuperarla para un ideal estándar de normalidad, sino en potenciarla, defenderla, amarla.

Nunca conforme a lo que el Otro puede esperar.

nace en la mayor parte de los casos torcido.

Una apertura inédita se vuelve posible y en ella puede emerger una actitud, una vocación, una inclinación

obliga a descentrarse del propio Yo y a romper el vínculo con el grupo familiar.

que no sirve para producir un sujeto, un deseo singular, una pasión que puede orientar la vida

podemos recopilar fácilmente testimonios de chicos y chicas que nos cuentan cómo el encuentro con una hora de clase alteró para siempre el camino de sus vidas. ¿O es que la Escuela no sirve ante todo para eso?

qué es lo que quiero más allá de lo que el Otro desea que yo quiera? ¿Cuál es mi propio deseo? La Escuela es el lugar donde, muy a menudo, en la edad de la juventud esta pregunta acaba saliendo a relucir.