agarraba mis cosas y me iba a mi casa. Vos me llamabas al día siguiente y me pedías perdón sin saber por qué, solo para terminar la pelea. Y yo te perdonaba algo que tampoco sabía bien qué era por cansancio, porque había estado demasiado tiempo con vos y la idea de estar sola me hacía sentir un vacío en la panza, como si tuviera hambre.