Gustar y emocionar

rivales. Con los bailes, los cantos, los adornos, el maquillaje, es posible destacar de otra forma, enmascarar sus «defectos» y obtener así una ventaja en la competición para el acceso a los individuos del otro sexo. En estas circunstancias, y con algo de magia adicional, incluso aquellos que no poseen encantos físicos pueden obtener éxitos amorosos

largo plazo, únicamente el saber y la cultura representan las fuerzas capaces de construir una sociedad más plena para los individuos.

La seducción creadora es también una empresa destructiva.

Tanto en su polo «pasivo» (ser seducido) como en su polo «activo» (querer gustar), la seducción es ante todo una potencia productora de fuerzas deseantes e imaginarias, la causa de acciones reales en el mundo.

¿Qué utopías sociales nos quedan? ¿Qué hay en este mundo que todavía pueda hacernos soñar y tener esperanza en un futuro mejor?

¿Qué queda del encanto de lo sugerido y del misterio en los tiempos del tuit, de las citas rápidas, de las páginas de encuentros, del reinado pornográfico de « mostrarlo todo»? ¿Qué significa cortejar en una época en la que los papeles sexuales se cuestionan y en la que los individuos ya no soportan la espera ni la frustración?

Lejos de reducirse al reino de las apariencias, la lógica de la seducción se ha convertido en principio organizador de cualquier colectivo, en fuerza productora de un nuevo modo de estar juntos, en agente de una revolución permanente de los modos de consumir y comunicar, de pensar y existir en sociedad.

El sistema del hiperconsumo está dominado por el imperativo de captación de los deseos, la atención y los afectos.

Desde tiempos inmemoriales, las sociedades han sido máquinas amplificadoras del poder de atracción y, a la vez, de los sistemas contra el imperio de la seducción.

no se trata de constreñir, mandar, disciplinar, reprimir, sino de «gustar y emocionar».