—Espera —dijo Ramy—. Tenemos que lastrarlo, sino flotará.
De repente, Robin se imaginó el cuerpo del profesor Lovell flotando detrás del barco, llamando la atención de los marineros y las gaviotas. Reprimió una oleada de náuseas.
—¿Por qué no lo has dicho antes?
—Estaba de los nervios, ¿vale?
—Pero parecías tan tranquilo…
—Se me dan bien las emergencias, Pajarillo, pero no soy Dios.