Archivo agonía

Resulta irónico, sin duda, que la vida nos enseñe a morir bien y, en medida de lo posible, nos conduzca también a aprender a seguir viviendo tras los efectos de la muerte. Así es la vida.

Todas las fotografías con las que trabajó Edith tienen una cosa en común: son imágenes que captan a personas inmersas en el instante de su propia muerte.

La paradoja es que al interior del tesoro escondido de Edith no había muerte.

Lo busquemos o no, las herramientas de nuestros oficios se vuelven parte central de nuestra poética.

Decidí, en ese momento, que me esforzaría por pasar el resto de mi vida al lado de este ser humano, bastante extraño pero precioso, que se había cruzado por mi camino

preguntándome qué clase de criatura fantástica me había encontrado

preservar la labor a la cual dedicó toda su vida

El recuerdo de nuestra risa en la regadera. Cuando me muera, desaparecerá. Desapareceremos. Cuando yo muera, la claridad de su existencia se habrá esfumado.

Todos esos instantes solían ser un recuerdo compartido.
Ahora que ella no está, sólo yo guardo la evidencia de que esos momentos sucedieron.

custodiado sólo por mi memoria deficiente y mi cuestionable lealtad.