personas. A Kōko le fascinó la repentina sensación de equilibrio que le transmitía esa cifra. Ni dos ni cuatro, sino tres. Un triángulo. Una forma madura y bella. El cuadrado estaba bien, pero el triángulo era la base de todas las formas. Era dominante, do, mi, sol, un acorde. De tanto oírlo había dejado de emocionarla, pero no había acorde más pleno, potente y suave a la vez. Con solo dos personas era muy difícil dar