La inteligencia de las flores

El caso es que, en un momento, las flores, demasiado confiadas, lo pierden todo. Cada mañana se recogen, se arrojan a los desechos y una nueva alfombra de ingenuas las remplaza en el insidioso lecho.

Ya se habrán descrito los diversos procedimientos que arrancan, según su carácter, los maravillosos secretos del corazón de las flores para meterlos en frascos.

un retrato de esta industria casi mágica que ocupa a toda una laboriosa ciudad aposentada en la ladera de una montaña, cual colmena al sol.

Se diría que la atmósfera de la tierra muda súbitamente para dar cabida a otra de un planeta infinitamente feliz, donde el perfume ya no es, como aquí abajo, un impreciso y precario fugitivo, sino algo estable, vasto, pleno, permanente, generoso, habitual e inalienable.

en mayo y julio, dos adorables reinas: la rosa y el jazmín

¿No es el aire el elemento más absoluta e inmediatamente indispensable en nuestra vida, y no es el olfato, precisamente, el único sentido que percibe una porción?

¿Quién sabe las sorpresas que nos depararía si pudiera igualar, por ejemplo, la perfección del ojo, como en el caso del perro, que tanto ve con los ojos como con la nariz?

El olfato es el único sentido de lujo otorgado por la naturaleza, de tal modo que casi se antoja extraño a nuestro propio cuerpo, no estrictamente vinculado a nuestro organismo.

Estamos ante la única ocasión en que la naturaleza nos procura un placer gratuito, una satisfacción que no es un simple adorno de la trampa de la necesidad.

nuestro olfato ejerce importantes funciones de gran utilidad: es el guardián del aire que respiramos, el higienista y el químico que vela cuidadosamente por la calidad de los alimentos que se nos ofrecen, pues toda emanación desagradable nos revela la presencia de gérmenes sospechosos o peligrosos.