Silencio

Y yo qué soy si siempre estuve construida a partir de mis heridas

Por qué seremos así: tan quebradizos

Comenzó a irse más seguido y cada que volvía traía con él más encono. Siempre hay alguien a quién regalarle la muerte, me dijo. Pues me la regalé yo. Es tan simple la muerte

No me dolió saber que él tenía otra familia, que tenía un nuevo hijo varón con una mujer más joven, me dolió el alivio. Ya no era yo su única testigo. Qué horror y qué consuelo tener que repartir con alguien esa carga. Seguro le prometió llevarla al mar, pensé. Porque aquí todos queremos ir al mar y nunca vamos

Maté a mi cabra. Vino a mí cuando la llamé para su muerte, mansa, lista. La acosté, le acaricié la barriga y como disculpa le dije: vas a alimentar a mi nuevo esposo, vas a alimentar a mis hermanos, pero un día yo también moriré y estaremos a mano, voy a ser abono para la paja que comerán tus crías. Yo siempre te quise, yo siempre hablé contigo, “Abati’ huachee’ ne lii”, en nada te he fallado

les enseñaré que todo lo que sangra puede también cantar

Me gustaría reposar la cabeza al fin. Qué cansado es llevar la sangre a todas partes

Paso los inviernos queriendo volver a casa, pero allá el único muerto que me llama está incompleto: una mandíbula. ¿Por qué Dios inventa escenas como la de una familia llorando un hueso?

No puedo nombrar lo que describo, no puedo llamarlo amor o explicarlo, solo puedo decir: no podemos permanecer inmutables a los trechos de nosotros que se van muriendo

No sé qué es el amor de los hombres porque siento lo mismo por cada ser y cosa que ocupan un lugar en este mundo. Obedezco al soldado no porque le deba, sino porque le temo y porque para mí él es una parte mía y yo soy suyo