Orlando

Pues no se equivoca el filósofo que afirma que nada más grueso que el filo de un cuchillo separa la felicidad de la melancolía;

Tiene el dedo de la muerte que posarse sobre el tumulto de la vida de vez en cuando para que no nos haga trizas? ¿Estamos hechos de manera que hemos de tomar la muerte en pequeñas dosis a diario o no podríamos continuar con el asunto de vivir?

Sin importar cuánto hurgase en el lenguaje, no encontraba palabras. Le hacía falta otro paisaje, y otra lengua.

todos los extremos del sentimiento están vinculados con la locura;

todos los extremos del sentimiento están vinculados con la locura;

. La violencia lo era todo. La flor se abría y se marchitaba. El sol salía y se ponía. El amante amaba y se iba.

La naturaleza y las letras parecen tenerse una antipatía natural; si se las junta, se hacen pedazos entre sí. El matiz de verde que vio entonces Orlando quebró su rima y arruinó su metro. Además, la naturaleza tiene trucos propios. Una vez se miran por una ventana las abejas entre las flores, el bostezo de un perro, el sol poniente, se piensa: «¿Cuántos más soles veré ponerse?»,

había una pasión en sus movimientos que merece la palabra

, de hecho, cualquier cosa mientras fuese sólida, pues sentía la necesidad de algo a lo que poder atar su flotante corazón; el corazón que notaba tirando en el costado; el corazón que parecía llenarse de vendavales especiados y sensuales todas las tardes, sobre esta hora, cuando paseaba.

Dichosa la madre que da a luz, más dichoso aún el biógrafo que relata la vida de tal ser.