«Se reían. Veían las nubes mansas desagregarse e irse y se preguntaban, ¿y cuál es el mejor equipo de fútbol del mundo? Las respuestas llegaban en tropel: ¡Real Madrid, Inter de Milán, Arsenal! Y Nelson, sin apresurarse y sin alzar la voz, los ojos en el cielo: Boca Juniors, ni hablar. Solo en ocasiones como esas, con el sol en la cara, el pasto en la espalda, el muslo de alguno de sus amigos bajo la nuca y la cabeza de algún otro sobre su pierna, le daba por pensar si su papá hubiera sido de esos tipos que llevan a sus hijos al estadio.»
Cada personaje de este libro es una Colombia distinta, perdida en el firmamento o llevada a cuestas, recuperada, guardada en un anaquel y vuelta a perder.
Los cuentos que componen Mal de patria están lejos de esa latinoamericanidad que se le vende al turista. Aquí la exuberancia es otra: sellos en pasaportes vencidos, amores feroces, pedalazos al borde de un precipicio, la música de un radio sin pilas.