Sin familia

la burla puede ser buena para reformar un espíritu desviado, pero cuando se hace sobre la ignorancia, es un signo de estupidez en quien la emplea.

pena y temor y, al despertar,

Después de tres meses perdí a mi hijo, y entonces me apegué a ti.

Eras un lindo niño de cinco o seis meses, rosado, gordo, gracioso; los pañales en los cuales estabas envuelto decían claramente que pertenecías a padres ricos. Entonces, eras un niño que habían robado y luego abandonado. Esto fue al menos lo que explicó el comisario.

si bien estaba desolado al saber que ella no era mi mamá, estaba feliz, casi orgulloso, de saber que él no era mi papá.

Sus padres! ¡Ah! He cometido una tontería al creer que tenía padres que lo reclamarían algún día y que nos pagarían por haberlo criado. No fui sino un tonto, un imbécil. El que estuviera envuelto en bellos pañales con adornos no quería decir que sus padres lo buscarían. Tal vez estén muertos

Así es como nuestro pequeño Nicolás se murió; sentía que si llevaba a este a la ciudad, moriría también

No se abandona así como así a un niño a quien has alimentado con tu propia leche y a quien quieres.

—No era tu hijo.

—Por último, quería hacer lo que pediste, pero justo cayó enfermo.

—¿Enfermo?

—Sí, enfermo; no era el momento para llevarlo al hospital para que se muriera.

La demanda se ha perdido —continuó—, nuestro dinero está perdido, yo, lisiado, ¡es una miseria! Como si eso no fuera suficiente, llego aquí y me encuentro con un niño. ¿Me explicarás por qué no has hecho lo que te dije?

Perdido! Los jueces decidieron que yo no tenía por qué encontrarme bajo los andamios y que el contratista no me debía nada.