Los pasajes comunes

El bicho pasó el día inmóvil hasta que alguien, aburrido de la falta de acción, decidió despertarlo, para que se moviera. Estiró un palo hasta apenas tocarlo y el bicho cayó de caparazón. Estaba completamente vacío, solo quedó una carcasa gris, liviana e inofensiva

La cafetera vuelve a su lugar, y el tiempo y el espacio de doña Lúcia vuelven a su cauce.

Incluso el Infinito había quedado dentro de los dominios de una reja.

Todo eso está siempre como fuera de foco.

Y la vez que, mientras corría escaleras abajo, llegué a horrorizarme con la idea de que aquello se repetiría infinitamente, un piso tras otro, nunca llegar; una imagen encapsulada que se libera a través de la voz pesada de Martín.

Como cuando uno se desvía de su camino para pasar por algún lugar que lo llama.

Tendría que hablar de cómo los recuerdos se modifican, pero la compulsión queda.

adie supo nada y aquello se apagó hasta que, un año después, un sonido igual de estruendoso, pero menos inmaterial, hizo volcarse el café a varios que desayunaban aquella mañana, también invernal. En cuestión de segundos, las ventanas de las torres que daban al estacionamiento de la parte norte se fueron llenando de siluetas que miraban desde los vidrios empañados al Fiat Uno en llamas

transitar es fácil, lo difícil es quedarse y darle sentido a un lugar.

as manchas de sangre quedarán en el piso durante meses como advertencias de peligro.