Recordaba lo que se cuenta de Tolstói cuando alguien le preguntó si él había visto, por sus propios ojos, algo semejante a lo que describe en La guerra y la paz cuando se entierra vivos a unos prisioneros mal fusilados. La respuesta de Tolstói es toda una lección: no negarse jamás a ver, no cerrar los ojos ante el horror ni volverse de espaldas por más pavoroso que nos parezca. Tolstói vio a esos fusilados; cuándo y cómo, no importa.