Será preciso valor para hacer lo que voy a hacer: decir. Y arriesgarme a la gran sorpresa que sentiré ante la pobreza de lo ya dicho. Lo diré como pueda, y tendré que añadir: ¡no es eso, no es eso! Pero es preciso también no tener miedo al ridículo, siempre he preferido lo menos a lo más por miedo también al ridículo: es que existe también la tortura del pudor. Rechazo la hora de hablarme. ¿Por miedo?